miércoles, 29 de diciembre de 2010

Los miembros del Clan Hávamál (II)

El segundo miembro a presentar del Clan Hávamál 
en su faceta del siglo X:

 
Soy Marthin Færigölasson  y es por todos bien sabido que soy perfectamente capaz de comerciar, comprar, vender, trocar y a la vez defender cualquier tipo de bienes, incluso, llegando el caso, precipitarme sin contemplaciones sobre la oportunidad… a hierro y fuego. (que es básicamente lo que he realizado desde que partí del hogar).
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Con los suecos estuve, daneses y gautas, con los vándalos y anglos estuve, sajones y suevos, con los gépidos estuve, geflegas y eslavos. Mucho recorrido, cansado camino.
 
Me detuve finalmente en Ladoga. Encrucijada de caminos, centro comercial. Una gran aldea que ofrecía muchas oportunidades a un entonces aposentado mercenario como yo. Momento que encontré para tomar pausa, negociar mujer y tener hijo. 
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¿Qué fue del caballo? ¿Qué del guerrero? ¿Qué del que joyas daba? ¿Qué fue del festivo palacio? ¿Qué de la sala y sus dichas? ¡Oh copa brillante! ¡Oh bravo en mi cota! ¡Oh tiempos pasados!
No acumulé grandes posesiones ni tampoco fue mi intención, pues solamente ansiaba, por encima de todo, el lejano calor del hogar. Y, aunque en algunas ocasiones había acompañado a mi hermano en viajes comerciales, echaba de menos a toda la comunidad.
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Y no sé si fue la voluntad de las Nornas, o de los dioses –a Thor, Odin y Frey me entregué, incluso a ese dios carpintero que tanto admira mi mujer- pero en el mes del cuco, en el misseri de verano, el Clan apareció.
Pocos son ahora de los que fueron y llegaron a ser. Extraño verles a todos… grata sorpresa con amargas noticias: el funeral de padre, rancias cosechas, propiedades vendidas y la vergonzosa y obligada partida familiar. Algo que en público nunca admitirán.

Mi linaje realiza este último viaje, en busca de la esquiva fortuna y de un nuevo amanecer para la comunidad.
Angus, mi propio hermano, es ahora el húsbóndi y el que nos ha dado, a mi familia y a un servidor, la oportunidad de acompañarles, compartir bienes y repartir herencia allá donde quiera que vayan.

Lejos, muy lejos... hacia el sur.

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