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Castillo de Ogroziedniec |
Es difícil describir con palabras la totalidad de sensaciones, conocimientos
y vivencias adquiridas en éste viaje que, sin duda, ha aportado un cúmulo de
experiencias muy enriquecedoras tanto a nivel individual cómo de grupo. Aun así
intentaré narrar cuánto aconteció en ésta travesía:

El vuelo fue una hecatombe, subiendo los últimos en el avión y, por
consiguiente, ocupando las únicas cuatro plazas que quedaron libres en los
lugares más “cómodos” posibles. Para grandes estaturas y corpulencias como las
nuestras fue infinitamente agradable comprobar en las rodillas, durante dos
horas y media de vuelo, cada una de las protuberancias metálicas que sobresalen
de los asientos mientras el señor que ocupaba la plaza situada justo delante se
movía para acomodar su trasero en su totalidad; o tan agradable como cuando el señor
que tenía sentado a mi derecha sorbía a escondidas de una botella de whisky que
tenía oculta dentro de una bolsa dejando un álito de botiquín en el ambiente; pero
no tan agradable como cuando un grupo del imserso intentaba ligar con uno de
nuestros miembros a grito pelao. Definitivamente sí, viajar en avión es, en sí
mismo, una gran aventura.





Y si la música amansa a las fieras y a las mujeres se las conquista
con flores y buenas palabras, a los polacos con la bebida. Rápidamente corría
la voz por todo el campamento de la llegada de los hispanos y su dulce néctar y
acudieron muchos sedientos e intrigados al lugar. Y aquí fue donde realizamos ya el contacto
con los que seguro serán grandes amigos de recreación: la organización por
completo (obsequiándonos una botella de Vodka polaco), desde Suecia, Jocke Rosqvist y su encantadora pareja Kat
(que obsequió al Clan con una piel de reno), el simpático Przemysław,
al hermano gemelo de “Jack Sparrow” (emperrado en que Paco era familiar de
Gimli) y otros muchos
compañeros cuyos nombres me son impronunciables jajajaja. A ésta llamada también
acudió Marcin, nuestro anfitrión, para prestarnos su saludo y agradecimiento
por aceptar su invitación. Momento en que el Clan Hávamál aprovechó para presentar
sus respetos y, en agradecimiento, obsequiarle con nuestros presentes todo ello
en una atmósfera casi mística e irreal del medievo, junto al fuego de una
cálida hoguera y el buen reír y el mejor beber (comprobamos la gran carta de
vodkas, whisky, hidromiel y cervezas que posee la región)... hasta el nacer del
sol.
Las actividades matutinas empezaban muy temprano. Parece mentira lo
puntuales y serios que son ésta gente sabiendo que la noche anterior había sido
tan excesivamente ebria y tardía. El campamento cobró vida mucho antes de que cualquier
visitante pudiera acercarse. Tiendas y paradas con artesanos y artesanía.
Absolutamente nada que ver con los mercados medievales que se gestan en España:
paradas con rollos de lana y lino, trabajos en madera con material de la época,
tiendas de ropa, bordados y Tablet que se realizaba in situ, joyería eslava y
vikinga por doquier. Ni una sola paradita de gominolas, muñegotes de plástico
ni nubes de azúcar y ni un solo personajillo de feria disfrazado. Mucho respeto
por la historia y por/para los recreadores.
La primera actividad era la presentación oficial de los grupos. Muchos
de ellos muy conocidos dentro del mundo de la recreación escandinava y eslava: Kolovrat, Svantevit, Bielska Druzyna najemna, Nord Elag, Wataha,
Winland entre otros.
Nosotros, junto a nuestros compañeros normandos, nos quedamos los
últimos como muestra de educación y respeto y fuimos presentados como los dos
grupos internacionales del evento. Hicieron mucho hincapié en que nos
presentáramos en nuestro idioma aunque no nos entendiera nadie y así lo hicimos
ante la ovación de los presentes.
La segunda actividad del día era el tiro con arco que se realizaba
justo al lado de nuestra tienda.
Aprovechamos, entre actividad y actividad, para poder visitar todo el
campamento recreacionista y el imponente castillo que asomaba justo por encima
de nuestro campamento.
La actividad diaria, como el hecho de cortar leña, era algo exquisito
de ver ya de por sí. Ningún anacronismo en material de campamento, ropas
austeras i prácticas para utilizar durante el día o para trabajar, ecos de
flautas surcando el aire… es difícil de describir las sensaciones de todo
aquello vivido. Nos trasladamos totalmente en el tiempo a un siglo X al alcance
de nuestras manos. Da gusto ver tiendas especializadas en material de la época:
baúles, mesas, camas, lámparas, joyería, cinturones, hebillas, fíbulas, ropa,
telas, cantimploras, forja… nada que ver con lo que puede observarse en España.
El paseo por el castillo también fue espectacular pudiendo subir hasta
su torreón para poder deleitarnos de las vistas de todo el lugar mientras el
grupo de música “Percival” realizaba un concierto de música típica eslava en
directo.


Luego, la competición dio salida a los combates individuales (aún más
agresivos). Mucho uso de las patadas contra pecho o escudo, empujones hacia la
zona doblemente delimitada (haciéndola caer en muchísimas ocasiones) o a
puñetazos (con el arma en mano una vez entrado un “enganche” cuerpo a cuerpo).
La organización nos proveyó de cuanto necesitamos mientras estuvimos
allí, sin ningún tipo de reservas incluyendo pieles de jabalí para nuestra
comodidad en la tienda como las comidas típicas realizadas: potajes de verduras
y estofados
La última actividad, como no, era la de los combates multitudinarios.
Es impresionante ver a trescientos recreadores equipados con su panoplia correspondiente
en un combate a campo abierto. Muros de escudos y movimientos protectores
envolventes así como ataques y movimientos por los flancos bajo órdenes de sus
respectivos capitanes, combates caóticos donde las danesas caían a plomo sobre
cascos y hachas contra escudos, caídas y gritos por doquier.
El día terminaba aquí… bueno, no del todo. El campamento de nuevo
cobraba vida y, junto con nuestros nuevos compañeros, bebíamos y reíamos
alrededor de la hoguera. Nos restaba despedirnos y regresar a la mañana
siguiente a nuestras vidas reales.

A nuestros compañeros de tienda, los normandos de Oi Askoi, unas
bellísimas personas.
A todo el grupo Wataha por acogernos en su campamento y, finalmente, a
todo el resto de recreacionistas con los que pudimos interactuar en esas divertidas,
frías y ebrias noches polacas.
Dziękuję bardzo.
Slawa!!!!!!
PD: Malditos cabrones!!!!!!!!!!!! Saco de mierda!!!!!!! (frases
aprendidas y repetidas hasta la saciedad por nuestros compañeros polacos)
Texto de Agustí Farigola