Castillo de Ogroziedniec |
Es difícil describir con palabras la totalidad de sensaciones, conocimientos
y vivencias adquiridas en éste viaje que, sin duda, ha aportado un cúmulo de
experiencias muy enriquecedoras tanto a nivel individual cómo de grupo. Aun así
intentaré narrar cuánto aconteció en ésta travesía:
Y he aquí que un viernes empieza nuestra aventura, Partiendo hacia
Polonia gracias a una invitación de Marcin Lutomski, organizador de eventos
como el de Wolin o el de Ogroziedniec, al cual nos dirigíamos.
El vuelo fue una hecatombe, subiendo los últimos en el avión y, por
consiguiente, ocupando las únicas cuatro plazas que quedaron libres en los
lugares más “cómodos” posibles. Para grandes estaturas y corpulencias como las
nuestras fue infinitamente agradable comprobar en las rodillas, durante dos
horas y media de vuelo, cada una de las protuberancias metálicas que sobresalen
de los asientos mientras el señor que ocupaba la plaza situada justo delante se
movía para acomodar su trasero en su totalidad; o tan agradable como cuando el señor
que tenía sentado a mi derecha sorbía a escondidas de una botella de whisky que
tenía oculta dentro de una bolsa dejando un álito de botiquín en el ambiente; pero
no tan agradable como cuando un grupo del imserso intentaba ligar con uno de
nuestros miembros a grito pelao. Definitivamente sí, viajar en avión es, en sí
mismo, una gran aventura.
En el aeropuerto de Katowice, Jakub, uno de los chicos que se
encargaban de la organización, nos esperaba, con un excelente refrigerio cervecero,
para llevarnos al castillo de Ogroziedniec, el lugar donde se realizaba el
evento. Nuestra evidente sorpresa fue sin duda el recibimiento: siempre se ha
oído hablar mucho acerca de las diferencias notables entre el carácter
mediterráneo comparado con el del este… hay que dejar claro que es una leyenda urbana.
No solamente por el recibimiento que tuvimos en el aeropuerto sino también por
el recibido en el campamento por gente a la que no conocíamos de nada.
El trayecto hacia el evento duraba unos cuarenta y cinco minutos que aprovechamos
para informarnos y como no, e inevitablemente, comparar toda información y
manera de hacer en Polonia con el que se vive en nuestras propias tierras. Es
impresionante con qué pasión se vive allí la recreación y cómo se interioriza
hasta sus raíces. Un “modus vivendi” que va más allá del puro hobbie o afición.
Una parada obligatoria en un comercio para adquirir bienes
absolutamente necesarios e imprescindibles: cerveza, cerveza y un poco más de
cerveza por si se acaba… unas dos cajas de birra de medio litro y a proseguir el viaje.
Al llegar nos muestran la tienda donde vamos a alojarnos durante todo
el fin de semana. Se trataba de un pabellón, como para veinte personas, pero sólo para
los seis miembros internacionales: los cuatro españoles que formábamos Clan
Hávamál y el grupo Oi Askoi formado por el francés Pierre y el inglés Daniel (que
nos dieron la bienvenida con una botella de vino francés). Tras las
presentaciones y nuestras muestras de agradecimiento pedimos a Jakob una olla
para hacerles entrega de nuestro prometido regalo: Pacoramix, la bebida hispana
de los dioses!
Acabado de hacer el jugo, nos acompañan al campamento donde se está realizando
el rodaje del nuevo videoclip del grupo de música “Percival”. Marcin, nuestro
anfitrión, se encuentra allí entre antorchas, eslavos y enojados vikingos que
no dudan en romperse vasijas de cerámica en la cabeza. Todo un espectáculo.
Y si la música amansa a las fieras y a las mujeres se las conquista
con flores y buenas palabras, a los polacos con la bebida. Rápidamente corría
la voz por todo el campamento de la llegada de los hispanos y su dulce néctar y
acudieron muchos sedientos e intrigados al lugar. Y aquí fue donde realizamos ya el contacto
con los que seguro serán grandes amigos de recreación: la organización por
completo (obsequiándonos una botella de Vodka polaco), desde Suecia, Jocke Rosqvist y su encantadora pareja Kat
(que obsequió al Clan con una piel de reno), el simpático Przemysław,
al hermano gemelo de “Jack Sparrow” (emperrado en que Paco era familiar de
Gimli) y otros muchos
compañeros cuyos nombres me son impronunciables jajajaja. A ésta llamada también
acudió Marcin, nuestro anfitrión, para prestarnos su saludo y agradecimiento
por aceptar su invitación. Momento en que el Clan Hávamál aprovechó para presentar
sus respetos y, en agradecimiento, obsequiarle con nuestros presentes todo ello
en una atmósfera casi mística e irreal del medievo, junto al fuego de una
cálida hoguera y el buen reír y el mejor beber (comprobamos la gran carta de
vodkas, whisky, hidromiel y cervezas que posee la región)... hasta el nacer del
sol.
Las actividades matutinas empezaban muy temprano. Parece mentira lo
puntuales y serios que son ésta gente sabiendo que la noche anterior había sido
tan excesivamente ebria y tardía. El campamento cobró vida mucho antes de que cualquier
visitante pudiera acercarse. Tiendas y paradas con artesanos y artesanía.
Absolutamente nada que ver con los mercados medievales que se gestan en España:
paradas con rollos de lana y lino, trabajos en madera con material de la época,
tiendas de ropa, bordados y Tablet que se realizaba in situ, joyería eslava y
vikinga por doquier. Ni una sola paradita de gominolas, muñegotes de plástico
ni nubes de azúcar y ni un solo personajillo de feria disfrazado. Mucho respeto
por la historia y por/para los recreadores.
La primera actividad era la presentación oficial de los grupos. Muchos
de ellos muy conocidos dentro del mundo de la recreación escandinava y eslava: Kolovrat, Svantevit, Bielska Druzyna najemna, Nord Elag, Wataha,
Winland entre otros.
Nosotros, junto a nuestros compañeros normandos, nos quedamos los
últimos como muestra de educación y respeto y fuimos presentados como los dos
grupos internacionales del evento. Hicieron mucho hincapié en que nos
presentáramos en nuestro idioma aunque no nos entendiera nadie y así lo hicimos
ante la ovación de los presentes.
La segunda actividad del día era el tiro con arco que se realizaba
justo al lado de nuestra tienda.
Aprovechamos, entre actividad y actividad, para poder visitar todo el
campamento recreacionista y el imponente castillo que asomaba justo por encima
de nuestro campamento.
La actividad diaria, como el hecho de cortar leña, era algo exquisito
de ver ya de por sí. Ningún anacronismo en material de campamento, ropas
austeras i prácticas para utilizar durante el día o para trabajar, ecos de
flautas surcando el aire… es difícil de describir las sensaciones de todo
aquello vivido. Nos trasladamos totalmente en el tiempo a un siglo X al alcance
de nuestras manos. Da gusto ver tiendas especializadas en material de la época:
baúles, mesas, camas, lámparas, joyería, cinturones, hebillas, fíbulas, ropa,
telas, cantimploras, forja… nada que ver con lo que puede observarse en España.
El paseo por el castillo también fue espectacular pudiendo subir hasta
su torreón para poder deleitarnos de las vistas de todo el lugar mientras el
grupo de música “Percival” realizaba un concierto de música típica eslava en
directo.
Pero cuando ya no parecía que no podrían sorprendernos más empezaron
los combates. Marcin, el organizador y nuestro anfitrión, ya nos advirtió de su
dureza y del estilo propio que poseen sugiriéndonos que éste año no entráramos
en combate. Observad, dijo… y cuánta razón tenía:
Ya advertimos en un principio de las gruesas protecciones con las que
se iban pertrechando los participantes aunque no creímos nunca que lo que
veríamos nos sorprendería tanto. Los primeros combates eran de cinco contra
cinco y el nivel de agresividad en ellos era bestial. Algo que nosotros
solamente hemos llegado a practicar en “petit comité” con compañeros de confianza y
siempre vigilando las zonas más vulnerables como son cara, cuello, zona de clavícula
o las articulaciones. Protecciones de motocrós y cuquilleras ocultas bajo la
ropa histórica estaban a la orden del día y no es para menos. Estos chicos
llevan consigo horas y horas de entrenamiento en algo que consideran un deporte
de contacto, un battle of nations del siglo X y un orgullo para su Clan.
Observamos también muchas espadas modificadas y optimizadas para un mejor uso
en las competiciones (recortadas) incluso muchachos que combatían sin ningún
tipo de protección en el torso, a pecho descubierto, o individuos que luchaban
solamente con una hacha o un diminuto sax. Lo increíble de todo ello es ver que
nadie salió herido en ninguno de los combates ocurridos durante todos los días
que comprendieron el evento. Hay muchísima técnica y horas de entrenamiento.
Luego, la competición dio salida a los combates individuales (aún más
agresivos). Mucho uso de las patadas contra pecho o escudo, empujones hacia la
zona doblemente delimitada (haciéndola caer en muchísimas ocasiones) o a
puñetazos (con el arma en mano una vez entrado un “enganche” cuerpo a cuerpo).
La organización nos proveyó de cuanto necesitamos mientras estuvimos
allí, sin ningún tipo de reservas incluyendo pieles de jabalí para nuestra
comodidad en la tienda como las comidas típicas realizadas: potajes de verduras
y estofados
La última actividad, como no, era la de los combates multitudinarios.
Es impresionante ver a trescientos recreadores equipados con su panoplia correspondiente
en un combate a campo abierto. Muros de escudos y movimientos protectores
envolventes así como ataques y movimientos por los flancos bajo órdenes de sus
respectivos capitanes, combates caóticos donde las danesas caían a plomo sobre
cascos y hachas contra escudos, caídas y gritos por doquier.
El día terminaba aquí… bueno, no del todo. El campamento de nuevo
cobraba vida y, junto con nuestros nuevos compañeros, bebíamos y reíamos
alrededor de la hoguera. Nos restaba despedirnos y regresar a la mañana
siguiente a nuestras vidas reales.
Y aunque no pueda describirse con palabras, solamente nos queda
agradecer a nuestros anfitriones, Jakub y Marcin la infinita hospitalidad
mostrada desde un primer momento, sus ejercicios, enseñanzas y lecturas acerca
de la recreación en Polonia nos las llevamos con nosotros a España aquí, muy
cerca de nuestro corazón. Se nos ha tratado como a reyes y eso es algo que no
podremos agradecerles nunca lo suficiente. Nos han dado infinitas lecciones
tanto como personas como recreacionistas.
A nuestros compañeros de tienda, los normandos de Oi Askoi, unas
bellísimas personas.
A todo el grupo Wataha por acogernos en su campamento y, finalmente, a
todo el resto de recreacionistas con los que pudimos interactuar en esas divertidas,
frías y ebrias noches polacas.
Dziękuję bardzo.
Slawa!!!!!!
PD: Malditos cabrones!!!!!!!!!!!! Saco de mierda!!!!!!! (frases
aprendidas y repetidas hasta la saciedad por nuestros compañeros polacos)
Texto de Agustí Farigola
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